Viajar es aprender. Cubanos. Y ese es precisamente uno de los mayores atractivos de las vacaciones: aprovecharlas para llevar a cabo un aprendizaje y este puede ser fruto, sencillamente, del interés que uno tenga a priori o también puede llevarse a cabo tras lo que yo llamo abandonarse a la sorpresa, es decir, permitir que las experiencias te vayan enseñando. Para mí, la segunda opción es la más válida porque, en muchas ocasiones, si no logras cumplir las expectativas de una escapada, la frustración te puede joder literalmente tu viaje. Así que, una vez dejas que los días y los caminos te sorprendan, vas conociendo los lugares, las formas de vida y también a las personas de esos sitios. Es un poco lo que pasó con Cuba.
«¡Cuidado con los cubanos!». Me lo repitieron hasta la saciedad antes de subirme al avión. Yo recomiendo lo mismo, pero sin temor, sin tanto prejuicio. Es verdad que cuando los europeos llegamos a la isla lo hacemos con una mochila cargada de consejos, pero considero que hay que relajarse un poco, sin llegar a ser pardillos. Es mi lectura final después de haber recorrido, casi en un mes, 3.000 kilómetros de la isla. Nada más bajar a la calle te das cuenta de que el cubano tiene una personalidad distinta, es un pueblo con una idiosincrasia marcada a fuego por las carencias y eso se nota en su trato hacia el turista, hacia el yuma. Salvo algún caso concreto, son gente amable que te facilitará las cosas. Pero hay excepciones que tratarán de sacar provecho de tu falta de información. Todo hay que decirlo.
Los caballeros son galantes. Sería una manera fina de decir que los tíos te pueden llegar a acosar con sus miradas, sus gestos y sus palabras. Sus piropos, a veces espontáneos, a veces estudiados, te sorprenden en un primer momento. A los 5 minutos y 467 halagos después, comienzas a buscar la cámara oculta. Desde luego, quien vaya con la autoestima algo baja, de esa isla sale crecido como un pavo. No se cortan un pelo, llegan a intimidarte con las palabras y los gestos, pero mi recomendación es pasear con normalidad y sin miedo. La verdad es que debería hacer un post solo con los piropos tan graciosos que pude escuchar en la calle. Se morirían de risa, seguro, con la creatividad de alguno de ellos.
A pesar de que hay momentos en los que te cabrea tanta melosería, terminas acostumbrándote a ese «acoso» constante, pero las cosas no pasan de ahí. El abuelo, el joven, el padre y el primo del padre y hasta el niño….todos los hombres llevan escrita la palabra CONQUISTA en sus largas y rizadas pestañas. Lo intentarán por todos los medios: tu eres un pasaje fuera del país. Y esto no quiere decir que en todos los casos ocurra lo mismo, pero sí en la mayoría. Simplemente hay que entenderlo y ponerse en su lugar. Seguramente si tu no tuvieras los mínimos para vivir te agarrarías a un clavo ardiendo y más, si te dicen que puedes volar como un pájaro a otro continente y disfrutar de comodidad y confort.
Pero hablar de la sensación que me traje del pueblo cubano es mucho más. Tienen lo mismo de amables, ya lo he dicho, que de luchadores. Su batalla es diaria, y no es contra el sistema o contra un determinado político, su guerra es la supervivencia desde que amanece hasta que se oculta el sol. La gran mayoría cuenta con sueldos medios que no superan los 20 euros al mes, unos 300 pesos, por eso se tienen que buscar literalmente la vida. Y lo hacen a escondidas, con el negocio negro y el extraperlo. Viven al límite. Nuestra experiencia con los cubanos así nos lo demostró.
En La Habana conocimos a un entrenador de boxeo que para completar su sueldo vendía tarjetas de internet a escondidas. Así, prácticamente todos los cabezas de familia. La sociedad cubana sigue siendo patriarcal y bastante machista si la comparamos con las ciudades europeas. A pesar de que las mujeres tienen sus estudios universitarios, gratuitos y comandados por Fidel, cuando llegan a casa, son ellas las que siguen poniendo orden. Así lo percibimos en todas las viviendas en las que nos alojamos. Hay diferencias incluso en la gestión administrativa. La mujer se jubila a los 60 mientras que los hombres a los 65 años.
Las cubanas son coquetas, zalameras y presumidas. Se les nota con tan solo mirarlas. Se quejan de las carencias que sufren. Cosas tan básicas como ir a comprar la ropa que deseas en una tienda es algo impensable en Cuba. Por eso agradecen cualquier prenda que les regales. Son muy agradecidos con este tipo de productos así como con el maquillaje. Las tiendas de textil son pocas y los modelos los impone el propio estado. Una simple curiosidad: los sujetadores, con diferentes copas y tamaños, no existen. Ellas se adaptan a lo que hay en los comercios estatales. Salvo en la capital, que vimos alguna firma europea conocida, como Benetton o Adidas (a las que no tienen acceso los cubanos), de resto todo es estatal. Sorprende ver a una mujer comprando 2 compresas higiénicas para el período. Eso en España es impensable. ¿2?. Lo mismo ocurre con los supermercados donde no hay comida en abundancia. Las farmacias solo tienen lo justo.
Dicen que la tienen cubierta y es sobradamente conocida la fama de los médicos cubanos. Pero hay que desconfiar. Ni los hospitales están equipados ni los aparatos están actualizados. Es verdad que, con los pocos medios que cuentan, son expertos en el diagnóstico, pero no en la curación porque no tienen posibilidades. Es lo que hay. Funciona muy bien en cuestiones como la prevención.
Gratuíta. Sorprende la gran cantidad de escuelas que hay en cada ciudad. Las clases suelen estar abiertas a la calle. Con grandes ventanales, puedes disfrutar de la imagen sin ningún tipo de pudor por parte de los niños. Están acostumbrados. Las clases son de cuento. Parecen las típicas escuelas de los años 40, con viejos pupitres, pizarras antiguas y en todas ellas, eso sí, la foto del Ché y la de Fidel Castro.
En general, son supersticiosos. Practican la santería y creen, a pies juntillas, en sus imágenes, sus conjuros y sus rezos. También me sorprendió la cantidad de refranes que usan en sus conversaciones. ¡Qué viva el refranero popular!. Por cierto, con los canarios se llevan estupendamente porque se podría decir que casi descienden de nosotros….pero con los peninsulares…..la cosa cambia (se mofan un poco de su forma de hablar). Con los isleños comparten el acento dulce y la cadencia.
¿Historias? Infinitas. Cada día conocíamos alguna que nos dejaba con la boca abierta. Una de ellas fue la de Orquídea. La recogimos en la carretera mientras hacía botella (autostop). Tenía 40 años pero su cara y su cuerpo simulaban más de 50. Era cocinera en La Habana y se dirigía a Cienfuegos. Allí, en una cárcel provincial, tenía a su hijo de 20 años. Orquídea iba cargada de maletas, cajas, bolsos. El termómetro rozando los 40 grados, una humedad del 99 por ciento y una carretera inhóspita. En medio de todo eso: una madre indefensa. Cada 15 días podía ver a su hijo y le llevaba los alimentos. Nos contó que su chico, con antecedentes, no podía salir de la capital pero se fue a una fiesta y se metió en líos en otra ciudad. Le cayó 1 año de prisión solo por saltarse esta limitación. Allí dentro no le facilitan productos de aseo, tampoco alimentos básicos. En cada cubículo de la cárcel viven 10 personas. La vida no es fácil en la calle pero tampoco entre rejas. Hay una institución penitenciaria por cada provincia y la mayoría de los presos que hay dentro lo están por cuestiones políticas.
Con la visita del Papa Francisco, durante nuestro viaje, se indultaron a más de 3.000 internos. Orquídea nos contó que dos veces al mes hacía el mismo recorrido y que la mayoría de las veces iba y venía en el mismo día. Más de 230 kilómetros entre un punto y otro, cargada de cosas y en autostop. Lo trataba de hacer así porque alguna vez se vio sola, en medio de la noche, en la carretera. Nos narró, con total sinceridad, cómo un camionero que la recogió en una ocasión, abusó de ella y tuvo que dejarse manosear para que no la dejara tirada. Nos dijo literalmente: «No me violó, pero me tuve que aguantar». Duro. Muy duro.
La gente en general está decepcionada. Se supone que se tienen que producir cambios políticos que traigan más apertura, más comida, más normalidad….pero los cambios no se atisban. Los mercados están vacíos y la mirada de los cubanos es una mirada desesperanzada. Ellos bailan, ríen, cantan ….pero tienen unos ojos muy tristes. La picaresca existe en toda la isla pero en La Habana el acoso de los jineteros es mucho más intenso. Te dirán que ese día, el que te encuentren por la calle, es el Día de las Cooperativas y que solo ese día hacen un precio especial para que compres puros habanos. Mentira. Te llevarán a alguna tienda donde reciban comisión. Dirán que te ayudan a buscar un buen restaurante y cuando llegues se sentarán contigo y, sin saber cómo, te habrán embaucado para que les invites a comer y beber. Expertos en contar historias: que tienen un bebé y que solo necesitan unos pesos para comprar leche…..son todo un clásico en la picaresca cubana que se cumple a rajatabla. Solo con saberlo y ser conscientes de que tratan de engañarte en suficiente. Luego tu, si quieres, puedes dejarles creerlo o simplemente ayudarles porque así te nace.
Cuando llegues a Cuba te sorprenderá la gran cantidad de personas que hay vestidas de militar o con uniforme oficial. Cuidado porque es muy fácil confundir a los miembros del ejército con los que trabajan para el Estado: la gran mayoría. Todos trabajan, no hay paro, pero con contratos días alternos y por horas. De risa, con todos mis respetos, el sistema del empleo para todos. Ojo también con los policías. Solo los que van con motocicletas, los que ellos llaman caballitos, son los que te pueden multar. Tuvimos una mala experiencia con un policía abusón. Si ven a dos mujeres conduciendo, tratarán de tomarte el pelo y sacarte lo que puedan. Sí. Son corruptos y corruptibles.
Como decía antes, la gente vinculada al ejército es mucha, por eso hay naves completas en las que numerosas mujeres se dedican a remendar los uniformes. Dicen, que ahora los militares han «aumentado» …..son más grandes y corpulentos, señalan, por eso les amplían los pantalones con remiendos. Las máquinas de coser son antiguas, verdaderas reliquias que siguen dando puntadas a pesar del tiempo. Nuestra charla espontánea con estas costureras de Sancti Spíritus fue para mí una de las mejores experiencias de Cuba.
Muchos niños viven con sus abuelos porque sus padres han logrado salir de la isla para trabajar, muchos están en Miami, España o Estados Unidos. La emigración, por la vía legal o la ilegal, sigue siendo la manera de ayudar a las familias desde fuera del terruño. Conocimos a muchas abuelas que se hacían cargo de sus nietos como si fueran sus propios hijos. Es el caso de Malena, una negra taína que vivía con sus dos hijos jamaicanos por parte de padre.
Malena vivía holgadamente en Esmeralda. Tenía frigorífico y ciertas comodidades porque su hija vive en Jamaica y traen ropa que luego venden en Cuba. Su sala de estar estaba llena de ropa de todo tipo. Nos acogió en su casa en medio de una gran tormenta. Ella tenía una habitación en la parte trasera de su vivienda que alquilaba, por horas, a los arroceros que llevaban allí a sus «amores» (denominación fina de prostituta). Nos trató fenomenal, con mucho cariño. Le estaré siempre muy agradecida por su consideración. Nos dejó hasta usar su propia ducha en lugar de la que tenía la habitación «rosa». Su nieto, Víctor, sueña con ser cantante. Como la gran mayoría de los cubanos, tiene una especial cualidad para el arte. La cultura es super importante en Cuba. Cuentan con una de las mejores escuelas de Cine de todo el mundo, cantan, bailan, esculpen, pintan…..artistas. Los Clásicos, se llama el grupo de Víctor. Fue un gustazo hablar con el. Nos trasladó la visión del cubano que tiene la doble nacionalidad y que ha salido fuera de la isla.
El futuro de los cubanos es incierto. Esperan el anhelado cambio pero dudo mucho que llegue, no al menos, en un corto período de tiempo. El cubano no puede salir fuera, sus salarios son bajos y no lo tienen fácil. Muchos llevan toda su vida viviendo al límite, no tienen esperanza. Los más pequeños viven al margen, acostumbrados a una vida que es la que conocen, una forma de vida que a mí me recuerdan a la que me cuentan nuestros abuelos. Los niños jugando en las calles, las familias tomando el fresco a las puertas de las casas al caer la noche. Los chicos conquistando a las chicas con canciones y regalos al abrigo del Malecón….En definitiva, es una vida que forma parte del pasado, pero ni siquiera de mi pasado, sino el de mis padres y mis abuelas.
Si yo volviera a Cuba, que supongo que algún día lo haré, me llevaría una maleta cargada de cosas para dejar allí, medicamentos, productos de aseo, de limpieza, material escolar, bolígrafos, cuadernos, ropa. Nosotros, que tenemos de todo, no somos conscientes de las necesidades que tienen en otros lugares. Siempre se puede facturar esa maleta y llevar una mochila, aparte, para nuestro uso particular. Es mi recomendación.
«…cuando los europeos llegamos a la isla lo hacemos con una mochila cargada de prejuicios, pero hay que relajarse un poco…»
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«amorio» no es necesariamente prostituta.
Hay muchos, pero muchos más centros penitenciarios de los que pueda contar.
Cierto!!! Gracias por leer el post!! Saludos