Caminar por las calles de La Habana es retroceder en el tiempo. Es un tópico más que manido pero es cierto. Si te olvidas de tu jet lag, del objetivo del viaje, te abandonas un poco y simplemente formas parte del panorama, llegas a un punto en el que nunca has estado antes pero que imaginas a la perfección: la década de los 50. Es muy fácil dejarse llevar hasta ese punto del pasado porque todo a tu alrededor está justo en ese momento. El único anacronismo eres tú y tu occidental manera de pensar.
Aterrizamos en la capital cubana bien entrada la noche. Cambiamos algo de dinero en el aeropuerto José Martí y tomamos un taxi al centro (25 CUC). Nada más llegar lo primero que me llama la atención es el escaso alumbrado eléctrico y la gente caminando por el centro de las calles. ¿Y las aceras, para qué son las aceras? Al día siguiente me daría cuenta que caminar por ellas es un ejercicio arriesgado. Prácticamente todos los edificios del centro están en estado ruinoso y un día sí, y otro también, caen cascotes y trozos de cornisas.
Con motivo de la visita del Papa Francisco, entre el 19 y el 22 de septiembre de 2015, se puso en marcha un plan de embellecimiento de fachadas, por eso vimos a muchas personas trabajando en ellas. Dicen que unas 500 viviendas del centro se estaban adecentando pero era solo la fachada. La verdad es que parece imposible recuperar todo lo que hubo en un pasado. Escaleras de mármol, palacetes, vidrieras románticas….en fin. Una verdadera pena.
Nos alojamos en La Habana Centro, en un hotel bastante cutre, el Lincon. Nada más entrar, recordamos nuestra infancia o incluso la de nuestros abuelos. Un viejo televisor de tubo preside el salón de decoración recargada. Su eco retumba en medio de una sala oscura con apenas espectadores que nos miran más a nosotras que a la novela. Somos de las pocas turistas que nos alojamos en el hotel porque estamos en temporada baja. Lo habíamos reservado desde España y, aunque nos daba cierta seguridad, bien podíamos haber improvisado nuestras primeras 4 noches (unos 30 euros con desayuno incluido).
Nuestra primera toma de contacto con la ciudad nos deja ligeramente en shock. La primera impresión es la de una ciudad en estado de sitio o en medio de una batalla. Calles por las que circulan coches clásicos de vivos colores y personas que van lentas, sin prisa, sin objetivo ni destino. Nos dejamos imbuir por este estado de tranquilidad y, sin mayor pretensión, nos disponemos a visitar aquellos puntos más turísticos. Uno de los primeros, por cercanía al hotel, ubicado en la Avenida Italia con calle Virtudes, fue el Malecón, donde, tal y como leí en algún sitio, lo importante no es el muro en sí, sino las personas que pasean, que viven y se aman al socaire de cemento.
Es un lugar donde el cubano acude a respirar el aire del mar, a pescar, a mitigar los efectos de la elevada humedad o simplemente a buscarse la vida. Paseamos por la Habana Vieja, con sus estrechas callejuelas con sabor a viejuno, llegamos hasta la Plaza de la Catedral y nos tomamos el clásico mojito en la Bodeguita del Medio. Buscamos el Floridita donde Hemingway, que tuvo que ser listo como una tea para quedarse una buena temporada en Cuba-20 años-, se mandaba sus daiquiris. Sabemos de un lugar algo más alternativo y allí que nos vamos en una bicitaxi.
El Callejón de Hamel (entre las calles Aramburu y Hospital) se ha convertido en un punto de referencia para los artistas cubanos, para los que pintan, para los que cantan y también para los que bailan, de hecho cada domingo, de 12:00 a 15:30, se celebra el Festival de la Rumba. Encuentros donde músicos noveles exponen a todos los espectadores, su ritmo y su arte. Este espacio artístico, que ensalza los ritos afrocubanos, es obra de Salvador González, un muralista, vivito y coleante, con el que puedes hablar si pasas por allí. Estuvimos dos veces, una de ellas disfrutamos de su creatividad y la otra escuchamos y bailamos con Las Niñas del Son.
Salto al Vedado, zona residencial, mucho mejor conservada, donde se encuentra el hotel más famoso de La Habana, el Nacional. Un paseo por La Rampa y por la bulliciosa calle 23 nos llevará hasta la famosa Heladería Coppelia donde, asombradas, nos indican que nuestro espacio, solo para turistas, está apartado del resto. Espacio distinto, precio distinto: 2,75 CUC por cada helado.
Muy cerca se encuentra el Hotel Habana Libre donde, en la planta 20, puedes disfrutar de una vistas maravillosas de la ciudad. Maravillosas de día, y más espectaculares de noche. Si preguntas, posiblemente no te permitan el paso. Yo subiría, sin dar más explicaciones. Visitas obligadas: la Universidad con su escalinata, la Plaza de la Revolución y la Plaza de la Fraternidad, muy cerca del Capitolio Nacional.
La calles Obispo, el Boulevard de San Rafael (uno de los puntos donde te puedes conectar a internet ), y la pastelería La Francesa. Es de los pocos sitios donde pudimos tomar un dulce con un chocolate ligerito (Sí. Chocolate con 35 grados de temperatura y 95% de humedad). Otra vueltita nos la podemos dar por la Plaza de Armas donde se pueden comprar algunos libros, antigüedades o souvenirs (pocos, muy pocos).
Si lo que quieres es disfrutar de playas tendrás que desplazarte a las del Este, a 20 minutos de La Habana. Atraviesas el túnel que está al final del Malecón y allí te encuentras varias. Nosotras estuvimos en la de Mégano y Bacuranao pero hay muchas otras. Todas, por lo general, están mal señalizadas. Si, por el contrario, prefieren piscina y no tienen coche, una opción muy interesante es la del Hotel Nacional. La entrada cuesta 18 CUC (13 consumibles, con lo que puedes comer y beber y pasar el día).
Para disfrutar de la noche cubana tienes varias ofertas pero si quieres una auténtica y relativamente barata, la opción pasa por la Casa de la Música. Nosotras fuimos a la de Galiano, entre Concordia y Neptuno. Pero también nos hablaron mucho de otra que estaba en Miramar. Tocan músicos en directo, te puedes beber una copa y bailar….bailar casino (y les explicaré en otro momento en qué consiste).
Si desean aprender a dar unos pasitos de salsa, durante su estancia en La Habana, pueden acudir a unas clases. Son divertidas, se harán con un grupo de amigos salseros y, de camino, se lo pasan bien. Una de las numerosas academias de baile está ubicada en La Habana Vieja, Raíz Cuba Academy, en la calle Compostela, entre Amargura y Teniente Rey. Por cierto, para que no se pierdan, cuando pregunten por un sitio en concreto te dirán el lugar de la calle dónde se encuentra y entre qué dos calles se ubica.
Nuestras dos estancias en La Habana estuvieron marcadas por una diferencia de 3 semanas. Nuestra última parte del viaje la pasamos en el Edificio Altamira, justo enfrente del Nacional. Nos alojamos en una habitación que alquilamos en el apartamento de Silvia García, una cubana muy amable. 20 CUC (sin desayuno). Calle O entre la 19 y la 21. Piso 7 Apto. 23 Vedado (si les interesa su teléfono fijo es el 8362294 y su móvil 053403272) . Todas las habitaciones que alquilamos a familias cubanas tenían su propio baño. La experiencia en todos los casos fue positiva.
Para salir de Cuba nos habían advertido que teníamos que pagar 25 CUC pero, aunque separamos el dinero por tenerlo previsto, a nosotras no nos lo cobraron. Para entrar, eso sí, tuvimos que llevar VISADO (que nos costó 30 euros en España) y seguro médico pagado.
«…llegas a un punto en el que nunca has estado antes pero que imaginas a la perfección: la década de los 50…»
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