Es el VIAJE (con mayúsculas). Vuelvo a leer este post mientras Marcos duerme la siesta. Es un texto muy íntimo. El viaje más difícil pero no por el coste, la lejanía o la complicación de cruzar el charco. Es el viaje que me haría cambiar la vida con la incertidumbre del futuro. Decido publicarlo a pesar de contar ya con dos años de antigüedad. Considero que muchas mujeres pueden verse reflejadas y les puede ayudar.
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El año nuevo siempre arranca con los mejores deseos, con nuevos propósitos por cumplir y con la intención de que los meses venideros sean mejores que los anteriores. Yo también arranqué el año con un deseo claro. Tanto fue así que a pesar de los obstáculos y dificultades que me encontré en ese momento, 2017 empezó para mí, tras las campanadas, lanzando un farol tailandés de los deseos desde la azotea de la casa de una amiga.
Después de cenar y brindar por el nuevo año, hice todo lo posible para que aquel farol volara. Y le costó…vaya si le costó…..aún no se dónde se fue, pero, a riesgo de quemarme y de que se apagara la llama, yo lo lancé porque no me iba a permitir el lujo de que no se cumpliera mi deseo. Los deseos se tienen que buscar para que se cumplan.
El inicio de 2017 para mí era un punto de inflexión en mi vida. Por varios motivos. A punto de soplar 44 velas, después de haber viajado por varios países del mundo, y cumpliendo 20 años en mi profesión como periodista, necesitaba dar un paso más en mi existencia. Ya les digo. Un punto de inflexión.
Hasta este momento he retrasado la decisión. Quizá me he puesto tapones en mis oídos para no escuchar esa supuesta llamada de la selva en la que no creo, pero a finales de octubre de 2016 algo hizo que, por una vez, parara, lo pensara y me decidiera. No voy a decir que no me da miedo. Mis mejores amigos me dicen que soy valiente pero yo no lo veo así. Un proceso que estoy llevando con discreción y en silencio.
Para mí es el viaje más difícil de mi vida, planearlo y hacerlo sola no es fácil. Se los aseguro. Después de varias relaciones que se quedaron en el camino y se vieron reducidas tan solo a necesarias experiencias de crecimiento personal, me lanzo a la aventura de ser madre soltera y trato de lograrlo en una clínica de reproducción asistida.
No renuncio con ello a mi condición de mujer, ni a mi vida futura. Creo que no necesito un hijo para sentirme realizada pero sí considero que es un complemento para una vida, la mía, desde mi punto de vista, ya bastante plena.
Todo lleva un proceso y el mío empezó con la DECISIÓN. Analizando los «¿por qué sí?» y los «¿por qué no?». Después, todo ha venido rodado, muy despacio, cumpliendo los plazos previstos.
En otros post, de este mipasaporte, les detallaré cómo ha sido ese proceso, los plazos, las alternativas, la medicación…..No es fácil. Y muchas mujeres antes que yo han pasado por lo mismo. Nos pegamos toda la vida evitando los embarazos, teniendo miedo a quedarnos en estado, tomando anticonceptivos. Todo hasta que se presenta esta situación.
Nuestras abuelas nos advierten de que «se nos pasa el arroz» y no te das cuenta de lo que quieren decir hasta que tu cuerpo, torneado en el gimnasio, tonificado a base de sacrificio cual piba de 25 (como dice el ginecólogo Mahtani), no puede concebir de forma natural. Es duro asumirlo pero hay que hacerlo si, al menos, quieres intentarlo.
«…no fue fácil pero al final….Marcos»
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