Anaga es un macizo con un manto verde que está totalmente enredado en senderos y caminos. Cualquiera de ellos puede resultar apetecible para cualquier momento del año. Hoy les propongo un paseo desde la cumbre hasta la costa que, desde mi punto de vista, tiene un atractivo básico y ese no es otro que los diferentes paisajes que puedes disfrutar en las tres partes que conforman el pateo.
Se puede ir en coche hasta la Cruz del Carmen pero yo creo que para evitar follones con la vuelta y el parking, la mejor opción es usar el transporte público. Nosotros cogimos la guagua en la estación de La Laguna. En apenas 30 minutos llegas hasta el inicio del sendero. Tienes varias opciones pero nosotros optamos por la línea número 273.
Te deja justamente en la TF-12 de la Cruz del Carmen. El sendero empieza a la derecha del restaurante Cruz del Carmen. Comienzas el descenso y te adentras en un frondoso bosque de laurisilva que te impide ver el cielo. El camino inicialmente es fácil. Recomendable llevar calzado adecuado porque, es verdad que, en algunos momentos las piedras y el terreno puede estar resbaladizo por las lluvias y el barro. El primer tramo circula en zig zag, con una ligera sensación de estar bajando la escalera de tu casa. Llegas a la pista forestal de La Hiedra en la que te encuentras de nuevo las señales que te indican hacia dónde ir. El rumbo que hay que tomar siempre es Chinamada.
Dejamos atrás la pista forestal y seguimos con el descenso bastante pronunciado con lo que, aquellos que tengan palos de trekking, mejor llevarlos. El propio camino te conduce de nuevo hasta la misma vía pero asfaltada y aquí hay que tener un poco de cuidado porque el sendero, como tal, hay que tomarlo en el patio de unas casas. ¡¡Sí!! en el interior de unas viviendas. Parece que estás llevando a cabo un allanamiento de morada pero no…..el camino va por ahí, por un estrecho senderito.
Continúas el descenso y llegas a una especie de cruce de caminos. Dejas atrás Las Moradas y optas por Chinamada. Siempre Chinamada... Si te encuentras un corral de cabras vas en buen sentido. Si no lo ves, seguro que lo olerás (jejejeje). Ahí se puede preguntar a los lugareños si se tienen dudas. Son muy amables.
De nuevo nos metemos en el sendero y de nuevo el bosque se vuelve espeso. De nuevo, ya de lleno en el monte, seguimos un rato más con subidas y bajadas. En este punto, justamente anterior a Chinamada, vale la pena pararse porque hay una vista espectacular de los barrancos y las pequeñas casas al fondo en el barrio de El Batán. Si tenemos suerte de que haya llovido veremos un fascinante panorama de color verde.
De repente comienzas a notar que el paisaje es mucho más árido. La tierra da paso a una especie de piedra caliza y el clima es más templado y más costero. Llegamos a Chinamada, no sin antes pasar por un rincón donde hay una cruz de madera. Ahora nos toca un trocito de carretera asfaltada y un barraquito en el pueblo.
Quien dice un barraquito, dice un vaso de vino y un bocata de queso. Allí, además de restaurantes y cafeterías, también tenemos un mirador espectacular que nos llevará un rato más y del que ya hablé en otro post de mi blog. Es el Mirador de Aguaide pero yo les recomiendo no perder de vista el objetivo porque de los contrario se pueden sumar demasiadas horas a esta caminata. El Mirador de Aguaide se puede quedar para la próxima ocasión.
Nos situamos en el escenario de la Plaza de Chinamada, justo donde se encuentra además la Asociación de Vecinos. Justo a la derecha comienza la ruta que nos llevará hasta el destino final que es la Punta del Hidalgo. Subimos unas pequeñas escaleritas de cemento y de nuevo empieza el descenso. Desde este punto hasta abajo son 4,7 kilómetros, para mí los peores porque la bajada es muy pronunciada y las rodillas sufren, las mías, al menos, bastante.
A poco de empezar a bajar esta tercera y última parte de la caminata, nos encontraremos un mirador desde el que se ven unas vistas preciosas. Si miras hacia la derecha tendrás los impresionantes acantilados de Anaga y si miras hacia la izquierda está el Barranco del Río que viene desde El Batán. Justo después, la bajada se vuelve ciertamente monótona y algo peligrosa. Tienes que ir muy pendiente de donde poner el pie para no irte al vacío. Roca caliza, apenas hay vegetación y el descenso es muy pronunciado. Paisaje mucho más agreste y seco.
El pateo es de, aproximadamente, unos 10 kilómetros y se hace en 4 horas (teniendo en cuenta paraditas para tentempié y comiditas varias). La verdad es que es una oportunidad fantástica para disfrutar de la naturaleza, hacer algo de ejercicio y compartir un sendero por un lugar único. Además, en esta ocasión, fui con un grupo muy animado y con el que se pueden hacer este tipo de pateos Km52 Nature, gente joven, con ganas de caminar y muy divertidos. Por cierto, la mayoría de las fotos de este post son de ellos. GRACIAS por permitir que se las robara!!!
«…un paseo desde la cumbre hasta la costa que tiene como atractivo básico los diferentes paisajes del todo el trayecto…»
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