Viajar nos enseña otros paisajes, otros rincones pero también culturas diferentes y diversas maneras de vivir. También podemos conocer otras formas de sentir y practicar la religiosidad. Y aunque sea el mismo perro con distinto collar, es verdad que, según el lugar al que vayamos, nos encontraremos costumbres dispares que pueden resultarnos curiosas. Hoy les invito a abrir la mente, a ser un poco más flexibles y enriquecernos con la diferencia.
En Europa prácticamente todos los países son católicos y en la mayoría de los casos, los actos de fe son los mismos que en España. Procesiones, eucaristías… Si cruzamos el charco hacia América, la situación puede variar a pesar de tener la misma base. Es lo que viviremos por ejemplo en Cuba, donde la santería lo invade todo y lo hace con una estética y unas prácticas un tanto pintorescas. En la provincia cubana de Matanzas pude vivir de cerca lo que ellos denominan la religión yoruba.
Los cubanos son muy religiosos y el cristianismo convive con total normalidad con la santería. De forma espontánea, se veneran los orishas o yorubas junto a imágenes tan idolatradas como la Virgen del Cobre. En esta ciudad conocí a tres espiritistas. Una de ellas estaba “haciéndose el Santo“.
Iba vestida completamente de blanco, con muchos collares, tobilleras y brazaletes de bronce. Su aspecto nos llamaría la atención en nuestras occidentalizadas ciudades. Durante un año que dura el “santo” no pueden mojarse la cabeza con agua de lluvia, no pueden sentarse en un parque público a determinadas horas del día y, en teoría, no pueden salir de fiesta. Este proceso parece que les sirve para convertirse en “santero” y tiene que estar conducido o dirigido por otros espiritistas con más experiencia. En definitiva, todo un proceso magistral durante el cual le rinden pleitesía a su santo en concreto, y en función del santo que se trate, pues en su casa, le ponen, en medio de un gran altar, los elementos requeridos (agua, flores, adornos varios, muñecos…)
Al margen de los orishas y todo el tinglado que se monta alrededor, la religión yoruba influye en el día a día del cubano. Por las noches, se escuchan fiestas en las que se supone que el afectado ya ha culminado el proceso de “hacerse el santo” y se toca el tambor de forma repetitiva, constante y monótona durante horas interminables. Mi única noche en Matanzas, se los aseguro, fue una noche en vela por culpa de una fiesta del tambor. No pude pegar un ojo.
Sobre el dintel de las puertas de las maltrechas casas cubanas cuelgan hierbas secas, y cuando entras en una de ellas, donde son muy practicantes, lo notas. Algunos tienen verdaderos altares, con sus rituales y sus muñecos de color negro. Muy pintoresco ellos y muy respetuosa yo.
Si nos vamos a otra parte del mundo como Filipinas nos sorprenderá su catolicismo exacerbado. Hasta tal punto llega esa religiosidad que en algunos de sus aeropuertos tienen pequeños altares en las puertas de embarque para encomendarse a Dios antes de subir al avión.
No debe extrañar esta forma de practicar la fe si tenemos en cuenta que estuvieron bajo el yugo eclesiástico de los españoles cientos de años. Pero la religión, en su caso, no evolucionó con los tiempos, como sí ocurrió en España.
Encontrarás iglesias por todos los rincones. Todas son eminentemente católicas pero otras pertenecen a otra religión que, al menos, en seguidores, está casi a la par que la primera: La Iglesia Ni Cristo. ¿Peculiar?. Desde luego lo es por varias razones. Comparten arquitectura, colores, formas y diseño. Es decir, todos los templos que me encontré a lo largo y ancho del país, ¡¡¡eran iguales!!! ¡¡¡todos!!! . Unos más pequeños, otros más grandes pero con el mismo frontón, el mismo estilo ostentoso. Me llamó tanto la atención que entré en uno de ellos a curiosear. Me lo permitieron porque iba “decentemente” vestida. Dentro la estructura, de la que luego descubrí era una secta, era totalmente piramidal.
Sin imágenes y con solo un altar en el que se sentaban personas trajeadas, en todas las esquinas del interior había mujeres con vestidos de fiesta, de color azul, muy lujosos. Fue fundada en Filipinas en 1914 pero se ha extendido por varios países del mundo y tiene tantos seguidores allí como los propios cristianos.
Este catolicismo exacerbado nos deja imágenes que ya no se ven en España. Misas repletas de fieles, ya sea domingo, miércoles o viernes. A todas las horas del día a las que entré en una iglesia había una verdadera multitud. Son creyentes y se les nota. Cuando pasan por delante de una iglesia, un cementerio o cualquier señal religiosa se persignan hasta 2 y 3 veces. La misa de los domingo no dura 1 hora. El domingo es el día del Señor y los jardines de las iglesias se convierten en auténticos parques gastronómicos donde se comparte comida y rezos a lo largo de toda la jornada. Curiosidades que te encuentras por el mundo. Curiosidades como que la Navidad comienza el 1 de septiembre y veneran también a los Reyes Magos. Lo del 1 de septiembre no es una errata. Tal cual.
Si seguimos nuestras andanzas por otros países asiáticos nos podemos encontrar, además hinduistas, budistas, e incluso musulmanes. En Indonesia, por ejemplo, hay miles de templos en los que se rinde pleitesía a numerosos dioses. Por nombrar uno, Borubudur. También visitamos el Prambanan. Un halo de misticismo envuelve cualquier visita a Asia. Solo hace falta dejarse llevar por la religiosidad y vivir de cerca algún momento de ofrenda. Aquí el 90 por ciento de la población es hinduista. Sin embargo, entre las 17 mil islas, hay algunas que son musulmanas y ahí cambia completamente el carácter de la población. Menos cercanos con el turista, más reservado y también más misóginos. Sorprende cómo puede cambiar la forma de ser en función de la religión que practiques.
La purificación alcanza su máximo esplendor en algunos templos purificadores como el de Tirta Empul. Esto fue bastante sorprendente porque cuando entras a este recinto te encuentras cientos de personas purificándose en el interior de una piscina. Fue una de las cosas más sorprendentes que he visto nunca.
Los indonesios, politeístas, viven de forma profunda su religiosidad. Cada día demuestran su fe gracias a las ofrendas que realizan a sus numerosos dioses. Ofrendas en forma de comida, agua, flores y golosinas. Ofrendas que tienes que ir esquivando para evitar pisarlas porque se colocan en la entrada de las puertas, ventanas y cualquier rincón. Así, no es de extrañar que las ratas (tamaño king size) campen a sus anchas, cual gatos, por las calles del pueblo. Familias enteras celebran ceremonias a pie de playa y los templos….y en las tiendas…. E incluso en edificios oficiales.
Si nos vamos a otro punto del continente asiático como es Tailandia nos encontraremos con una mayoría budista con unas doctrinas que a veces van más allá de la religiosidad. Sus casas adornadas con guirnaldas de flores color naranja, sus inciensos y sus rezos en silencio y meditación.
Basta visitar lugares como el Wat Aru para darse cuenta de lo importante que es la religión en Tailandia. Son muy estrictos con los turistas y siempre has de llevar en la mochila pareo o pañuelo para cubrirte hombros y muslos). Si no los tienes, no te preocupes: los alquilan.
Si viajas a África te encontrarás con una mayoría musulmana. Con sus costumbres y sus rezos en los altos minaretes. Nos paramos en medio de la Plaza Jemaa el Fna de Marrakech. Escuchamos la oración que suena a lo lejos. Son prácticas que nos resultan pintorescas. Parecen formar parte del atrezzo de un paraje nada frecuente en nuestras vidas. Se escucha al amanecer como un runrun que no cesa. Como si estuvieras en el escenario de una obra de teatro.
Seguimos en la plaza. Este es el punto neurálgico de Marrakech. Bulliciosa como la propia ciudad, en ella te encontrarás vendedores de lo más variopintos. Te venderán desde monos, alfombras, souvenirs, hasta te “bailarán” literalmente la serpiente, que saldrá de dentro de una cesta mientras las monedas caen tintineando al suelo cada vez que se saca una foto. Te encontrarás vendedores de especias, cerámica, dulces extremadamente empalagosos. Todo bajo una religiosidad que hace la vista gorda para sacar dinero al turista.
Despertarse con el rezo en la Mezquita Koutoubí. Está justamente alineada con la avenida que va a dar a los Jardines de la Menara. Su minarete, la torre, es de las más famosas de Marruecos y mide 69 metros de alto. Dicen que en la ciudad no se puede construir nada más alto de esos 69 metros para no superar al edificio principal de la ciudad. Yo solo puedo contar que, el rezo, es puntual. No se puede entrar salvo que seas musulmán. Los cánticos se escuchan con total claridad desde lo alto. Dicen que al principio se la conocía como Mezquita de los Libreros por los puestos de venta de libros que había a su alrededor. Está muy cerca de la Plaza Jemaa el Fna, en tan solo 5 minutos nos ponemos en el lugar. Mantiene, en la parte superior, los azulejos verdes de su decoración inicial. El señor que pega los gritos cada dos horas o tres se llama almuédano.
En todos los aeropuertos de los países en los que se profesa el Islam se encuentran mezquitas dentro de las propias instalaciones, habilitadas con sus alfombras. Exactamente de la misma manera que en los aeródromos de países cristianos tienen su capilla. Son cuestiones domésticas que a priori pueden sorprender cuando lo descubres por primera vez.
Viajar nos abre la mente. Lo he dicho en varias ocasiones. Pero ese cambio solo será efectivo si estamos en disposición de aprender de la diferencia y si dejamos atrás la manía de comparar las cosas y evitamos situar nuestras costumbres como las únicas, las válidas y las correctas.
«…aprender con los cultos de los demás…»
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