Muchas veces esperamos a que llegue el buen tiempo para preparar la maleta y dejar atrás la rutina. Parece que el verano está ligado directamente a las vacaciones pero…¿por qué no usar esos días que tienes a punto de caducar para irnos fuera?. Son días a los que yo llamo oportunidades para las «escapadas de invierno». Pues para llevarlas a cabo cualquier rincón es bueno pero Nueva York no está nada mal. Y les voy a dar varias razones de peso.
La primera, y una de las más poderosas, los precios. Manhattan es caro, muy caro diría yo, pero si aprovechamos que en invierno hay menos turistas y es temporada baja la cosa cambia. Nos encontraremos más ofertas en los hoteles (ya les daré detalles del Pod 51) y los billetes de avión se consiguen prácticamente a la mitad de precio que el resto del año.
Los inconvenientes como por ejemplo el frío pueden convertirse en un atractivo más. Pasear por una ciudad en la que se palpa el ambiente invernal, el calor de un buen café, lucir nuestros abrigos y sombreros al tiempo que conocemos otros rincones diferentes puede llegar a ser muy estimulante.
Visitar Nueva York requiere de cierta planificación previa. Si nuestra escapada no dura más de 10 días es mejor apuntar todo aquello que queremos conocer, planear y dejar también algo para la improvisación.
Se trata de una ciudad muy cómoda para caminar porque es prácticamente llana. Pero, aún así, necesitaremos una tarjeta de transporte que nos permita movernos cuando el cansancio se haga con nuestros pies. Por eso les recomiendo comprar la Metrocard que nos servirá durante el tiempo que dispongamos, de metro y guagua sin límites. Es muy práctica y nos cubrirá toda la red de transportes. En otro momento ya les contaré algunos detalles prácticos que pueden facilitarnos y abaratar este posible viaje.
Si miras en el mapa, la ciudad es una cuadrícula perfecta así que las avenidas que transcurren de un extremo al otro de la isla son cruzadas por calles. Moverse es muy fácil. De calle a calle tardarás andando unos dos minutos y de avenida a avenida, unos tres o cuatro. Eso te ayuda a calcular. Todo está céntrico pero si nos ponemos exquisitos el centro-centro-centro para mí está ubicado en la Quinta Avenida y la calles 34 o la 35.
Para visitar Nueva York es mejor perfilar nuestro recorrido por zonas. El Uptown, la parte de arriba de Manhattan, está orientada hacia el norte en el mapa y contempla partes tan importantes como el extremo superior de Central Park y los barrios de Harlem o el Bronx. Es una parte recomendable porque en esa zona está la Museum Mile, la milla de los museos. Hay algunos tan destacados como el Solomon R. Guggenheim Museum o el Jewish Museum, también está el Metropolitan Museum of Art, también conocido como el MET, o el Museo de Historia Natural, el American Museum of Natural History. Si, por el contrario, lo que prefieres es un estilo más urbano, pasear por las calles de Harlem tiene su cosa, por aquello de ser la cuna del jazz y del mundo afro. También allí están la mayoría de las iglesias baptistas donde escuchar alguna misa gospel. Un espectáculo en vivo que no te dejará indiferente. Un salto al Bronx y escuchar algo de hip-hop tampoco estará mal.
Si lo que quieres es vivir la ciudad de las películas, el Midtown es tu lugar. Te sentirás como las protagonistas de Sexo en Nueva York mientras recorres las tiendas de la Quinta Avenida. En la mayoría de ellas solo podrás mirar mientras maldices no haberte sacado la lotería de Navidad, pero en otras podrás perfectamente comprarte un caprichito. Es el Nueva York del glamour, de los carritos de comida, de los policías que tratan de organizar el tráfico, de los obreros que paran para desayunar mientras silban a las chicas y también el Nueva York de edificios emblemáticos que rozan las nubes como el Chrysler, el Empire State, o el Top of the Rock en el Rockefeller Center. El medio será casi de lo más frecuentado precisamente por estar en el lugar de paso. Bajando hacia Broadway te encontrarás el Nueva York de los espectáculos, de las oportunidades y los musicales. En otro post iré detallando por zonas aquellos rincones que más me han llamado la atención.
El Downtown es la parte de abajo de la isla, la primera en ser poblada y por eso, la más desorganizada en cuanto a la planificación de las calles. Allí te encontrarás puntos tan importantes como Wall Street con sus ejecutivos corriendo a primera hora con sus cafés en la mano, podrás cruzar el East River para conocer la Estatua de la Libertad junto a la Isla de Ellis, donde los miles de inmigrantes que vinieron a formar y levantar esta ciudad tuvieron que rendir cuentas antes de entrar en la Gran Manzana. Es el Manhattan con más solera, y con más historia. Una historia que también habla de puentes que conectan islas, una ciudad que se prolonga por barrios tan emblemáticos como Brooklyn, con su expansión hacia el sur, como Queens o Roosevelt.
Es una ciudad que aturde con sus ruidos, con las bocinas de los camiones que entran con libertad por las grandes avenidas, las sirenas de los bomberos y policías a todas las horas del día y de la noche. Las ambulancias y las prisas forman parte del paisaje urbano. Es un espacio en el que apenas miras al suelo porque los rascacielos captan toda tu atención. Pero también es una ciudad humana. Con gente que trabaja, con mendigos que piden en las calles y que reclaman, vía cartel manuscrito, una mirada. Es una gran ciudad, con lo bueno y con lo malo, no cabe duda.
Alguien muy importante me dijo que no le gustaría visitarla porque los edificios no le dejarían ver el cielo. No sabe lo que se pierde porque también es una ciudad verde, con muchos pulmones que le permiten respirar de forma natural, con parques y plazas donde juegan los niños y donde se mantienen las viejas costumbres al tiempo que se imponen otras actuales. Central Park, Battery Park, Washington Park y mi preferido, el que me dejó con la boca abierta y que se ganó mi admiración total, y al que volveré, Bryant Park. Lugar más mágico, más elegante, más agradable no recuerdo de cualquier otra gran ciudad. Me encantó ese rincón con su pista de patinaje sobre hielo, sus bancos, sus sillas, sus pequeñas mesas. Todo flanqueado por los imponentes rascacielos y escoltado por la Biblioteca Pública, la New York Public Library. Un jardín fascinante.
Una ciudad donde las grandes firmas comerciales conviven con las pequeñas tiendas de comestibles, donde el zapatero sigue lustrando los botines de los hombres de negocios, donde las Barber Shops siguen apurando masculinas barbas y donde las neoyorquinas se hacen las uñas con su experta amiga asiática de toda la vida. Un lugar en el que, a pesar de lo deshumanizado de las apariencias, todo es más cercano de lo que se ve. Una ciudad cosmopolita, diversa y multicolor que han levantado los inmigrantes que llegaron hasta ella en busca del sueño americano. Unos lo han encontrado y otros, supongo, que no. Pero todos lo han intentado con esfuerzo y mucho trabajo, generaciones enteras han forjado Nueva York creando incluso asentamientos tan ricos culturalmente como la Little Italy o Chinatown. Una mezcla de razas y culturas que precisamente nutre a este rincón del planeta con una gran riqueza también gastronómica.
Si para esa escapada de invierno eliges NYC no te arrepentirás. La gente es muy amable. Salvo unos pocos, la gran mayoría llegó algún día por primera vez a la ciudad y necesitó que alguien le explicara algo del mapa y eso lo llevan grabado a fuego en la piel. Es una ciudad cómoda a la que se puede viajar sola, en pareja o con niños. Hay opciones para todos y en todos los momentos del día. Podrás aprender un montón de cosas, caminar kilómetros, recorrer museos, islas, verás paisajes desde los rascacielos más altos y podrás pasear por parques desde los que, solo con mirar hacia arriba, verás el azul intenso del gran cielo neoyorquino.
«…una ciudad para recorrer y para disfrutar…»
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